Último día en la ciudad y con madrugón. Dejamos las maletas ya preparadas antes de ir al coliseo. Esperemos que no haya ningún problema.
Al llegar, buscamos la cola de los que ya tenemos ticket pero la sorpresa es que es cola única. Eso sí, va rápido. Pero la verdad es que no están del todo bien organizados. Deberían tener diferentes colas. 4 en concreto: grupos, gente con ticket, gente con reserva, gente sin ticket. Ya que, al final, cada uno se tiene que dirigir a una taquilla, o como es nuestro caso, directamente dentro.
Cogimos la audioguía, pero esta vez, una para dos (que ya había cogido yo los cascos de casa). Y, sinceramente, no merece la pena. No aporta mucho más que lo que pone en la Wikipedia, la verdad. Al menos era barato (5.5€). Curioso que para compartir existe la opción de una audioguía con cascos por 8€. Así que, ahorros ese dinero y llevamos los cascos.
A la salida, realizamos las últimas compras antes de acercarnos al alojamiento a por las maletas y dirigirnos a Termini para coger el autobús al aeropuerto. Pero quedaba una última sorpresa: tras hacer cola no quedaban plazas para los autobuses que nos acercarán a tiempo al aeropuerto (por cierto, sólo se pueden comprar billetes el día de salida; para comprar por adelantado, debe hacerse por internet). Así que, nos fuimos en tren, más caro pero más rápido. En 30min, en tren Leonardo Express llega a la terminal.
Una vez en el aeropuerto, tras el check-in de la mano de una azafata borde según abrió la boca, pasamos el control y ¡sorpresa! Control de drogas. Siempre hay una primera vez.
El primer vuelo salió con una hora de retraso. Lo peor es que ya estábamos dentro del avión ya que un pasajero que había facturado equipaje no apareció. Así que, las maletas tenían que salir y hemos perdido el espacio aéreo que nos correspondía para despegar. Así que, una hora esperando dentro del avión. Menos mal que me dormí. Durante la espera y todo el vuelo. Facilidad que tiene una.
Ya en Barajas, localizamos el Starbucks, unos sofás, un enchufe y a esperar. Pero sin mayor problema siempre que haya WiFi, electricidad y café.
Un vuelo corto que nos lleva de vuelta a Bilbo y en coche (que se me hace mucho más ameno que la vuelta de Berlín que quería morirme), en poco más de una hora llegamos a casa y a descansar.
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