Y poco a poco, llega el último día del año. 365 días de 2021 que llegan a su fin en la Gran Manzana. Pero antes, habrá que recorrer los últimos 86.400 segundos.
Comenzamos el día recargando la MetroCard (33 dólares para 7 días). Así que, nos vamos hacia el sur en la línea E. hoy toca visitar Greenwich Village, es decir, toca un día un poco friki.
Se nota que el día es pseudo festivo en el horario de los metros: la frecuencia es menor. Así que tarda un pelín para lo que estamos acostumbrados, pero nada preocupante. Al llegar, comenzamos visitando la plaza en la que comenzó el movimiento LGTBIQ+. Seguimos paseando hasta llegar. A la casa de Carrie Bradshaw, The Magnolia's Bakery (con algo de acopio para más tarde; no nos vamos a quedar sin probarlos jjjj) y, evidentemente, la casa de Mónica y Rachel de Friends. ¡No podía faltar! Lo cierto es que el barrio tiene carácter de barrio, lleno de comercios pequeños. A diferencia de TriBeCa que tenía las ambiente de cafeterías, en este caso no. Aunque se percibe ese ambiente vecinal mientras pasean a sus perros.
Tras pasear por Minetta st., llegamos a MacDougal, la cual nos da la impresión de ser una zona bastante más underground por no decir otra cosa.
Una parada en Washington Square Park viendo el ambiente tan diferencia en comparación con la noche del 24 en la que estaban los lugareños (o no lugareños) cantando villancico, un paseo por los antiguos establos y marcanos el fin de la primera parte del día.
Un metro después, nos situamos en el sur, junto al ferry que nos lleva a Staten Island. En la espera para el ferry, nos cruzamos con gente, cuanto menos, curiosa. Siguiendo los consejos de Molaviajar, nos colocamos en la parte trasera derecha del ferry. Lo cierto es que aunque el día está en parte nublado (ha cambiado en poco rato), la vista del Skyline de NYC con la Estatua de la Libertad a la izquierda es algo para que quede marcado en las retinas de cualquiera.
Llegamos y lo primero es una comida con vistas, cafecito incluido. Pilas cargadas para afrontar la tarde: un pequeño desfalco en la tarjeta de vez en cuando no hace mal a nadie, jjjjj. No es un outlet gigante ni mucho menos pero creo que hace el servicio para un ratito de compras. Tengo la sensación de que merece la pena irse a los outlets de las afueras si verdaderamente vas a comprar a saco. Si no, a mí parecer, algo así te hace el apaño.
Con nuestras ganas de compras saciadas (y si no, poco arreglo tenía ya que nos han ido cerrando las tiendas en nuestras narices), volvemos en ferry a Manhattan. Esta vez, al llegar a Battery Park, el carrusel Seaglass sí que está abierto y en marcha: menuda preciosidad de carrusel con su música y juego de luces.
Y evidentemente la subida a casa no podía ser en otro que en nuestro autobus favorito. Pero esta vez algo más especial: una videollamada que conecta tres puntos del mapa.
Al llegar a casa, nos queda el ritual anual: la preparación de la cena de fin de año. Atípica, pero con toques clásicos como los huevos revueltos (americanos) o el Viña Alberdi regando la cena. No faltan las uvas a las doce como marca la tradición.