Se nota que es domingo en la frecuencia de los buses. Aunque hemos tenido suerte con el primero, el segundo que nos lleva hasta el plaza tarda un pelín en llegar. Estamos demasiado mal acostumbrados.
Y así comenzamos el paseo por Central Park. Visitamos la clásica pista de hielo antes de dirigirnos a ver a Balto, el perro que participó en la entrega de medicinas en Alaska, y el reloj Delacorte, donde nos coincide que son las 10 en punto y podemos ver como el reloj se mueve mientras suena música.
A medio camino, hacemos un pausa café, que ayuda mucho a recargar las pilas, que el cansancio todavía está presente. Nos vamos acercando hacia una de las zonas más famosas e icónicas del parque: Bethesda. Y nuestra suerte: música en directo; una chica que canta de maravilla y un chico que toca la guitarra de cine. De esas coincidencias que merecen la pena.
Desde ahí, vamos subiendo hasta el obelisco, donde termina nuestra ruta del parque y aprovechamos para comer. Después de comer, nos enteramos, alto y claro, de que desde hace 6 años en los parques públicos de NY no se puede fumar (lo de la educación a la hora de decir las cosas mejor para otro momento).
Comenzamos el turno de tarde en el Met. Como siempre, nos dividimos y nosotras comenzamos la visita por la zona de la exposición de Disney. Al acabar, tras ver unos indispensables, pasamos por la zona de moda. Increíble que algunos modelos tengan más de 50 años.
Acabado el día, nos vamos de vuelta a casa. Con tan buena suerte que el trasbordo nos toca cerca de Saks Fifth Avenue y hoy ¡sí conseguimos ver el espectáculo de luces y música!
Poco nos queda para dar por finalizado el día: compras básicas en el súper (leche y pan) y para casa: ducha, cena y a dormir que mañana toca madrugar.
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