Empezamos con un desayuno self-service en nuestro alojamiento. La visita guiada en el Vaticano no la tenemos hasta las 11 así que no tenemos tanta prisa como de normal.
Una vez ya en la calle, nos acercamos en metro hasta el Vaticano. Nada más llegar observamos que aquello es el Port Aventura de los fieles. Menudo gentío. Es indescriptible. Nos acercamos hasta la plaza San Pedro entre la marabunta para observar la basílica antes de entrar. Las dimensiones de todo son enormes.
Para nuestra hora, nos acercamos hasta la entrada del museo del Vaticano. Es una locura. La de gente que hay no es normal. Y cada vez me queda más claro del negocio que tiene la iglesia montado aquí. En fin.
Conocemos a nuestra guía quien nos hace saber, cosa que ya sabíamos, que existe una puerta que nos lleva desde la Capilla Sixtina hasta la Basílica de San Pedro, eso sí, a costa de perdernos la escalinata del museo. Veníamos ya preparados pero más claro lo hemos tenido cuando nos ha comentado que debida a la misa que iba a oficiar el Papa esa misma tarde, la basílica se iba a cerrar antes y, por consiguiente, la puerta mágica, también. Así que, estaba clara la decisión: corre corre que nos llegamos.
Ya me habían comentado que lo mejor del Vaticano no era el museo, y ciertamente, soy de la misma opinión. La Capilla Sixtina te la explican mediante unos videos e imágenes por lo que, realmente, luego no se aprecia igualmente. El resto de las salas, es cierto que impresiona pero sinceramente, no es más que un negocio. Una pena. Esa es la impresión que me llevo del museo y de la Capilla Sixtina.
Sin embargo, la Basílica (y eso que no hemos podido subir a la cúpula para admirar las vistas, aún ) y la plaza me parecen una pasada. Son increíbles, tanto por tamaño como por riqueza y lo bien cuidadas que está. Eso sí, ¿a qué coste? La piedad de Miguel Ángel es realmente impresionante. Los pliegues son muy realistas.
Al salir de la Basílica, hemos realizado una de esas turistadas: enviar postales desde el país más pequeño del mundo (o uno de los más pequeños) . Eso y la foto de rigor, claro.
Nos hemos acercado hasta el Castillo de Sant Angelo y de ahí ya, hemos cruzado el Tiber buscando alimento. Parada técnica para repostar y adelante.
Por la tarde, el plan era acercarnos al Trastevere pasando por Campo di fiore donde estaban ya desmontando el mercado. La isla del río realmente es pequeña pero con cierto encanto.
Nada más llegar al trastevere hemos parado a tomar un café. Tabacco&Bacco, un café mono y muy bien de precio.
Hemos seguido callejeando por el Trastevere, pasando por la Iglesia. Y en una de esas calles nos hemos convertido en un local más. Porque en un viaje es clave eso del 'donde fueres haz lo que vieres'. En el local llamado 'I supli' no hacía más que entrar gente, principalmente italianos, así que, antes de quedarnos con la duda, hemos entrado y nos hemos llevado 4 croquetones enormes. 5.80€. Baratísimos. Y la verdad es que estaban buenos.
Con la tripa aún más llena, hemos seguido callejeando. Locales con encanto llenaban las calles del barrio. La verdad es que es una zona con mucho encanto. Y de ahí, poco a poco, hasta casa. Hemos aprovechado para sacar fotos nocturnas en el Coliseo. Pero rápido retirada ya que mañana toca madrugar mucho y aun quedaba colada por hacer (no es todo glamour en los viajes).
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