¡Cómo pica el despertador por la mañana! Además con el cambio horario, realmente serían las 4 de la mañana. Ni las lentillas somos capaces de ponernos. Unos croissants al bolso y la mochila llena de lo esencial para pasar un par de días en ruta. Nada más.
Nos arrastramos hasta Termini. Nos cuesta hacernos con los billetes (que realmente, no teníamos nada que hacer más que llevar el papel pero nos resultaba raro. Igual es que era demasiado temprano aún para entender nada) pero llegamos a tiempo como para coger un par de cafés para el tren.
Llegamos a la conclusión de que el caffè latte no es lo nuestro. ¡Qué poco café le ponen! La próxima, haciendo caso a G., pedimos un cappuccino.
En unas dos horas y media (ha sido algo más debido al retraso causado por otro tren), nos plantamos en una Pisa desierta. Son a penas las 9, domingo de Pascua, y no hay un alma en la calle. Vamos con paso ligero hasta la Plaza de los Milagros ya que a las 9.30 tenemos el pase para la torre.
Nada más llegar la primera sorpresa: los baños, de pago. al menos están bastante decentes. La segunda sorpresa llega minutos despues: a la torre nos se puede subir con mochilas ni bolsos así que hay que dejar todo en una consigna que es gratuita y está asociada a tu ticket. La verdad es que al final nos parece una buena idea el sistema (especialmente para nosotros que no hemos andado cargando con nada durante toda la mañana.
La primera impresión de la torre es clara: es más pequeña de lo que imaginábamos y ¡está mucho más inclinada de lo que pensábamos! Es poner el primer pie en la torre y notar como la inclinación te vence hacia un lado. Una exageración.
Ahí hemos subido poco a poco evitando el mareo por la inclinación hasta llegar arriba del todo. Lo cierto es que la gracia de la torre es observarla desde fuera. Arriba, por eso de escuchar las campanas sonar, hemos esperado hasta las 10 pero no ha habido suerte. Más tarde, a y media, las hemos escuchado sonar. C'est la vie.
Evidentemente, al bajar, nos hemos dedicado a hacer la foto turística. Era inevitable. Y tras las mil fotos, nos hemos dirigido al Baptisterio, donde uno de los guías ha hecho gala de sus dotes cantoras para demostrarnos el eco del mismo. Muy curioso. ¡Ah! Y en la catedral, nos han bendecido. Todo el pack.
Una vez visto todos los monumentos, nos hemos dirigido de vuelta a la estación de tren para aprovechar al máximo nuestra estancia en Florencia, nuestra próxima visita.
Estaba claro nuestro primer movimiento: idirectos directos a la Galleria della academia para intentar conseguir entradas. La cola daba una vuelta considerable. Pero como no hay nada mejor que preguntar (y que las estrellas estén alineadas a tu favor), hemos descubierto que mañana está abierta (y el lunes santo cerraban) y que ¡se podían reservar entradas! Así que, hemos pagado gustosamente y nos hemos acercado a dejar la mochila en el alojamiento para poder patear la ciudad con calma.
Ya café en mano, nos hemos perdido por Florencia. La piazza del Duomo, impresionante. Increíble el trabajo que conlleva, increíble la situación entre casas. Y no es sólo el edificio, es toda la vida que hay al rededor.
Hemos seguido adelante por la piazza della Signora. Una plaza llena de vida, músicos, pintores, terracitas,... lo que esperábamos de Italia. El Ponte Vecchio, la piazza della República. La ciudad está a rebosar mires por donde mires.
Llegada la hora azul, hemos aprovechado para fotografiar las dos estampas por excelencia de la ciudad: la vista del Ponte Vecchio y el Duomo.
Y ha sido acabar con toda la visita y empezar a caer las primeras gotas de lluvia. Llevábamos pronostico de lluvia tanto para Pisa como para Florencia así que bastante suerte habíamos tenido. Así que, no había mejor plan ya: buscar sitio para cenar. Hemos pensado en acercarnos al Mercado Central que habíamos visto cuando nos acercábamos al Duomo. Es un mercado que tiene, según hemos intuido, un piso de venta de frutas, verduras y similares, mientras que la planta de arriba se asemeja al Mercado de San Miguel de Madrid: diferentes ofertas gastronómicas con cierto aire moderno que invita a tomarse una copa de vino. Pero no hemos llegado. en la misma plaza del mercado, nos hemos sentado en una de las trattorias de la misma a degustar el famoso 'bistecca alla fiorentina'. Porque ya sabéis que 'donde fueres, haz lo que vieres' .
Ya con la tripa llena, lo único que quedaba sí que era la retirada.
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