Toda la noche lloviendo y por la mañana, sigue igual. Desayunamos y salimos camino a la Galleria della Academia para ver el David de Miguel Ángel. Impresiona. De verdad. Pensar que para esculpirlo no empleó ningún molde previo es increíble.
Tras dos horas en el museo, a la salida nos hemos acercado a la Anunzziata pero al estar en misa, no hemos podido entrar. Con la lluvia, la siguiente reparada era el Duomo. La pena ha sido que ya no quedaban entradas para la cúpula. Nos hemos puesto en la cola para entrar a la catedral. Un café a media cola con bronca borde del hombre de la puerta y dentro. Lo cierto es que toda la decoración está expuesta en el exterior. El interior, en comparación, es bastante austero.
Y con la lluvia, nos vamos a otra parte. Esta vez, en busca del jabalí de la plaza de Mercado Nuevo para saber si, según lo que cuenta la leyenda, volveremos o no a Florencia. Otra turistada.
Cruzamos el río para acercarnos a ver las vistas de la Palma de Miguel Ángel. Primero, visitamos una iglesia. Seguido, la parada para comer.
Al acabar, pasamos por el palazzo Pitti. ¡Menudo armatoste! Es enorme. Y más con esa perspectiva desde abajo. Colina arriba, decidimos acercarnos a ver qué es el Fuerte del Belvedere. Y así es cómo cambia el día. Un tropiezo con un trozo de metal acaba con una herida en la mano que nos tiene todo el día en danza. Nos acercamos a una farmacia para ver qué opinión tienen. Nada, limpiar, betadine, y poco más. No estoy yo muy convencida.
Seguimos paseando por el centro. Esta vez, nos acercamos a Santa Croce. Pero en el camino nos encontramos con una perfumería que llama la atención tanto por los olores que desprende como por la estética. Increíble.
Ya en Santa Croce, tras una cura a la mano, decidimos ir a la plaza de Miguel Ángel. Nos habían dicho que merecía mucho más esa vista a la del Duomo. Y ya que no habíamos podido subir al Duomo no tuvimos duda. Y es que, desde esta plaza, se ve la estampa típica de la ciudad de Florencia. La mejor vista por ahora de toda Italia. ¡Qué pasada! De verdad, no dejéis de ir.
La siguiente parada era un tentempié en la tienda de Magnum. No, no es una visita de culto pero había que probar como es eso de customizar un helado al gusto. Me decanté por un helado de vainilla con cobertura de chocolate con leche, pistachos, bolas de arroz crujiente y pétalos de rosas. Súper curioso. Aunque la broma sale a precios de oro. Muy rentable el negocio para la empresa.
Consulta a la enfermera online hecha, escuchando sus indicaciones, decidimos partir ya hacia Roma no sin antes parar a ver Santa Maria Novella.
La vuelta en tren nos sale también a precio de oro. No hay más que billetes de primera para el primer tren que sale en a penas 8 minutos. Eso o esperar una hora. Y con la intención de llegar cuanto antes a Roma para acercarnos a un hospital para que echen un vistazo al tema de la mano, pagamos y nos vamos.
Es curioso que en los trenes de Italia, la mayoría van enfrentados con mesa en medio. También es de agradecer que en primera te ofrecen un tentempié (bebida y snack ) dentro de precio. Algo es algo. En el vagón, observamos a dos chicos altísimos, nivel, tocar con la cabeza el techo (aproximadamente 2m) que ha nos hemos inventado que deben ser jugadores de baloncesto.
Ya en Termini, nos vamos al policlínoco. No hay nada mejor para apreciar nuestra sanidad como tantear otros servicios sanitarios. ¡Qué bien nos cuidan en Osakidetza!
Evidentemente, en el triage, nos colocan como verde. Ya nos pensamos que vamos a estar horas y horas esperando. Menos mal que el cotarro se anima. En la sala de espera, por la que no ha pasado ningún sanitario en 20min, los pacientes anteriores se empiezan a alterar: uno parece despertarse de la mona; otros dos empiezan con una pelea verbal, un tercero se incorpora para meterse pero la mujer le frena; llega uno de seguridad, más tarde un segundo de seguridad,.... Y así escuchamos un '¡dieciséis!' que nos saca de ahí. Menos mal. Bastante rápido al final. Por lo visto, no tenían cirujanos para el resto de los pacientes. Y nosotros, nos vamos del hospital con unos cuantos puntos de sutura y huyendo de esa sala de espera en la que ya se han concentrado, además de los dos hombres de seguridad, unos tres policías más. Pies en polvorosa que bastante hemos tenido ya. Una coca cola para recuperar la tensión que servidora acabó al final tumbada en la camilla del hospital también. ¡Pura envidia!
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