Tercer día en Lisboa. Tras el desayuno, nos vamos a coger los coches puesto que el plan de hoy es salir de la ciudad. La primera parada, la zona de la antigua Expo, el parque de las naciones.
Es curioso volver a un lugar en el que ya has estado pero en un contexto totalmente distinto y ver cómo ha evolucionado, recordar pequeños fragmentos,... Lo cierto es que de aquel viaje del 98 a penas recuerdo nada. Eso sí: ha sido ver una de las fuentes y reconocerla al momento.
Es curioso volver a un lugar en el que ya has estado pero en un contexto totalmente distinto y ver cómo ha evolucionado, recordar pequeños fragmentos,... Lo cierto es que de aquel viaje del 98 a penas recuerdo nada. Eso sí: ha sido ver una de las fuentes y reconocerla al momento.
Hemos dado una pequeña vuelta en la que hemos aprovechado a probar los patinetes eléctricos que hay para alquilar por toda la ciudad. Peor que los niños.
Volvemos a por los coches y ponemos rumbo al puente de Vasco de Gama, que tiene 17km en total de los cuales 12 son sobre el agua. La idea de pasarlo es para ir de compras al outlet que hay en las afueras. La verdad es que tenemos muy buena sensación del de Oporto pero este nos decepciona un poco: hay más tiendas pero nos parece que menos producto. De todos modos, las carteras sufren un poco.
Al mediodía, nos volvemos a reunirnos para comer una rica hamburguesa y tomar el café. Nuestro modus operandi de estos días para reponer fuerzas. Volvemos a poner rumbo a casa para dejar las cosas y acicalarnos. Y comienza lo que podría denominarse una tarde llena de catastróficas desdichas.
Las tarjetas de transporte no están cargadas por lo que nos acercamos hasta la estación de tren. Cuando nos estábamos acercando al andén, nos empiezan a seguir unos: dos delante, dos en medio. La máquina de cargar: en un subterráneo. Ahí nos vemos avisándonos unos a otros para no seguir. Media vuelta hasta que los 4 chicos entran al tren y este se va delante de nosotros. Pasado un poco el susto, volvemos a la máquina del subterráneo para cargar rápidamente y salir de ahí. Eso sí; aprendimos varias cosas a hacer en casos similares.
Poco a poco, nos vamos en busca de una parada de autobús para poder acercarnos al barrio alto a tomar una caña mientras escuchamos cantar fados. Por fin llega el bus para emprender el camino (una hora más tarde), cuando nada más montarnos, las tarjetas nos fallan; con el agobio, las hemos cargado sólo para el tren.🤦🤦🤦 Toca pagar el billete. Pero nos bajamos dos paradas antes donde hay metro para conseguir cargar bien las tarjetas transporte.
Y ahí siguen las desdichas: los autobuses no llegan, nos damos cuenta de que no vamos a llegar a los fados, empieza a ser todo un poco absurdo. Así que, cambio de plan: buscamos algún mirador cercano y una chica en la parada nos ayuda con algunas directrices. Vemos el autobús que debemos coger y corremos un sprint absurdamente puesto que finalmente tarda en arrancar. Nos montamos; la chica, también. Y ahí nos vamos a intentar llegar al mirador de San Pedro de Alcántara.
Y por fin, conseguimos llegar. Ya de noche, pero nos hemos ganado la cerveza en la terraza con el fado de fondo, ya que al llegar vemos que hay música en directo. Algo que sale bien, ¡al fin! De vuelta a casa, pasamos por el barrio alto y se ve ambiente. Pero nos queda llegar a casa y sobre las 11, para rematar, unas ricas pizzas, algo de picar, vino y cerveza.
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