Coche cargado, rumbo a Versailles. En pocos minutos nos plantamos allí con el coche aparcado en la puerta (algo que más tarde agradeceremos). Primera misión: buscar café.
El café y el croissant nos va bien para la cola que nos toca hacer q pesar de tener las entradas: a mano derecha, las colas de las horas en punto, a mano izquierda, las de y media. Turistas comprando paraguas y ponchos para afrontar el día.
A pesar de saber que era grande, yo no me lo imaginaba tan inmenso. Es desproporcionado. Todo es grande: el palacio, los jardines,... Enorme. Y pensar que durante su construcción el pueblo tenía problemas para comer...
Al finalizar la visita del palacio nos encontramos con que hay una cafetería Angelina. Nos había quedado pendiente en Paris ya que queríamos probar sus famosos eclaires así que nos viene genial oara hacer una pausa. He de decir que no siendo yo fan de estos pastelitos, no entiendo de dónde viene su fama: un buen chocolate, sí, pero la masa, bastante pastosa.
El paseíto al Trianon se nos hace más largo de lo esperado pero nos permite ver la disposición de la grada para la hípica de los JJOO. Cuanto más veo más pienso que los franceses con la elección de los lugares para competir hicieron un trabajador. No creo que se puedan superar las visuales en otros JJOO: hípica con Versailles al fondo, voley con la Torre Eiffel de fondo, etc. Una pasada.
Hacia el y desde el Trianon la lluvia cada vez es más intensa. Cada vez proliferan más los cochecitos como de golfo para moverse. Sobre las 14:00 llegamos ya al museo de la carrozas, la última visita del día: me quedo con los trineos que algunos, además de formas curiosas, ¡tienen zapatitos de pelo para el frío!
Una comida rápida a buen resguardo en el McDo y la compra ante de arrancar. Hace un día de perros. (27€ 7h de parking) Y así sigue diluviando durante todo el camino hasta Tours.
El aterrizaje en Tours...nos sorprende: sabíamos que era un cuarto sin ascensor pero el escape room y la casa del terror previa no aparecía mencionada.🤣🤣🤣 Poco más por hoy: situarnos, cenar y a descansar porque Versalles con sus 20.000 pasos nos ha matado (ya son unos cuantos días así).
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