Al final, en Luton, hemos conseguido un txoko bastante apañado: enchufe, banco corrido que nos permite tumbarnos y, lo que más tarde descubrimos que es más importante, contra un murete que nos resguarda de la corriente.
Con respecto al WiFi, la noche se lleva mejor. Eso sí, a mitad de la misma cae un café caliente que entra de cine. El destemple empieza a hacer mella. Una cabezadita y ya es hora de empezar a pasar el control. Especialmente nos espabilamos al ver la enorme cola que hay. Unos 20 minutos las tarde, pasamos el control sin problema alguno y, ilusas nosotras, pensamos que ya llegamos a una zona menos habitada. Lo cierto es que en la zona de embarque sigue el hacinamiento.
En cuanto aparece nuestra puerta en pantalla, nos ponemos en marcha. No queremos más que entrar al avión para descansar. El embarque empieza con retraso pero somos de las primeras en sentarnos en el avión. Dejamos tierra y caemos en coma. Nos despertamos ya en pleno aterrizaje. God morgen, Kobenhavn.
La primera misión en el aeropuerto es hacernos con una city pass de 24h para el primer día y una Copenhagen Card de 5 días. La verdad es que de primeras, los daneses nos resultan muy agradables. Incluso alguno parece pasado de rosca de lo amable que es.
Ya en el metro, nos vamos hasta el apartamento donde hemos quedado con Maria, la chica que nos lo alquila. Ya dentro, el apartamento es tal cual aparecía en la web así que, contentas. La primera tarea es ir a hacer la colada. Parece ser que es bastante raro tener lavadora en casa en Dinamarca, así que, nosotras como uno más. Cargamos las bolsas con toda la ropa y allí que nos vamos en busca de la lavandería.
Imaginaos una lavandería típica de película americana pero de hace 50 años (o más). Todo escrito en carteles a mano en danés. Nosotras ni papa de danés, claro. Y una anciana como única ayuda. Pues primera lección: la anciana sabe más inglés que muchos treintañeros nacionales y no solo nos explica lo que pone en los carteles sino ue nos da una clase de lavado en toda regla. Hasta nos aconseja qué programa poner y a qué temperatura lavar y secar nuestra colada. Encantadora, la verdad.
De ahí, a la segunda parte importante: la compra del supermercado. Y por si había alguna duda, sí, Dinamarca es cara de narices. Pero con cuatro cosas nos apañamos. Comemos algo por el camino y tras dejar la compra en el apartamento, nos vamos al centro para atar todos los flecos sueltos para las distintas excursiones que queremos hacer.
Con todo hecho, volvemos rotas al apartamento. El resto del día lo acabamos descansando, leyendo y enlazando una siesta tardía con el sueño.😜😜😜. Mañana será otro día
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