A las 4.30 suena el despertador. Nos recogen en media hora para poner rumbo a Angkor Wat para ver el amanecer. Nuestro tuk-tuk nos espera en la puerta. Nos recuerda que cojamos las entradas y los pareos. Un detalle, la verdad.
Sobre las 5 y pico llegamos a Angkor Wat. Una hilera de gente nos indica dónde sentarnos. La pena es que amanecer nublado pero igualmente lo disfrutamos mientras desayunamos.
A eso de las 6.30 entramos a Angkor Wat. ¡Enorme! Impresiona pensar la de años que lleva en pie semejante templo. Tras una hora disfrutando del mismo, a la llegada al tuk-tuk, tenemos el primer rifi-rafe con el del tuk-tuk: que si el recorrido largo, que si el corto, que si el amanecer, que si el templo Banteay Srei,...al.final, cerramos de nuevo el precio a pesar de que creemos que el problemas o la triquiñuela es cosa del hotel; 30$ todo y arrancamos de nuevo.
Visitamos Bayón, Banteay Srei y unos cuantos más. En el camino noa da para ver hombres depilándose la barba, un control policial para tuk-tukeros. Es cierto que al final, te empachado de ver los templos: son muchos y el calor aprieta mucho. Pero merece la pena la visita, aunque se acabe reventado al final de las 10h de visitas.
Al volver, directamente comemos en el restaurante frente al hotel. La primera cerveza sabe a gloria después del valorado. Antes de pedir, ya ha caído, 😆😆😆. Comemos de cine y volvemos a la piscina del hotel para reposar. Nos sorprende para bien: pensábamos que era más charco pero ¡para nada! Nos quedamos un rato más a gusto que un arbusto.
Al anochecer, subimos a la habitación para la ronda de duchas y al acabar, cervecitas en pijama como unas señoras. Caemos en seguida. Pero poco antes de media noche nos despertamos por la que está cayendo. Ha llegado la época del Monzón.
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