Otro día más, el despertado suena temprano. Toca marcharse de la isla. Nos vamos en Uber al aeropuerto y la pasados el control, encontramos una preciada tostada para desayunar (aquí lo de desayunar salado no es lo más fácil). El avión son apenas 60 minutos y al bajar, había reseco así que compramos un par de aguas, o eso pensábamos. Al primer trago... Adiós agua, hola soju (un licor coreano).🤣🤣🤣
Entre risa y risa, nos vamos al hotel. Otra vez en Uber, como si fuéramos ricos. En una media hora entramos en la ciudad, bastante fea por cierto, llena de rascacielos sin ton ni son.
Además de hotel, donde nos alojamos son habitaciones residenciales. Según entramos ya nos sentimos Pretty Woman: decidimos darnos un caprichito siendo la última parada y pinta que así va a ser. Dejamos las mochilas y siendo ya las 11:00, el cuerpo pide un café. Así que, nos lo tomamos justo en la entrada del hotel mientras decidimos qué rumbo tomar.
Decidimos irnos hacia Haeundae así que ahí nos vamos hacia el bus. Un pequeño fallo con la Tmoney hace que me tenga que comprar una nueva; eso sí, bonita como ella sola.😍😍😍 No hay mal que por bien no venga.
Tenemos una hora de trayecto con trasbordo y el segundo bus, no carga el diablo: lleno, de pie, y con un aire acondicionado muy suave. Menudo bus que nos ha tocado. Tan malo que tengo claro que la vuelta la hacemos en metro.
Según nos bajamos, con el calorazo, el mal viaje y que es la hora de comer, entramos a comernos un sándwich y un té con hielos. Revitalizados. Nos faltaban unas patatitas así que a la salida, una visita al McDonald's para saciar nuestros caprichos.
Ya más contentos, hacemos una parada técnica para hacernos con un café y de camino, encontramos algo que no esperábamos: una máquina de vending de Kukuxumusu. Hamaikak ikusteko jaioak gara.
En Haeundae tenemos una misión clara: montar en la cápsula. En la máquina no se puede comprar la vuelta en cápsula así que pasamos por taquilla y tras algo de indecisión, la solución es clara. Vamos en el tren de las 16:00 y volvemos en la cápsula de las 17:30 (nos hubiera gustado a la inversa pero cuando no hay más, contigo Tomás).
Hacemos algo de tiempo mirando los posibles souvenirs para coger a la vuelta: a ver si conseguimos un congajo de cápsula. En seguida llega la hora de subirnos al tren, así que hacemos la cola a lo coreano, todos en orden y siguiendo instrucciones, y nos montamos en tren. Las vistas de la bahía y al mar, por los colores y la vegetación, recuerdan en cierto modo a las Baleares.
Nos bajamos en el mirador Daritol, un mirador con el suelo transparente. Otras turistas nos hacen un book de fotos, siguiendo sus indicaciones. No se puede decir que no le ponen empeño. Además de las risas, nos llevamos unas fotos. Hacemos la caminata hasta Cheongsapo con la brisa del mar y el sol y sombra. Totalmente recomendable. Es entendible que la gente de la zona utilice este paseo como si fuera Zarautz-Getari.
Tras las fotos de rigor del tren y de las cápsulas, es nuestra hora de volver, pero está vez en cápsula. Nos recuerda un poco a la montaña suiza del Monte Igeldo. En nuesteo caso, vamos los cuatro en una cápsula y totalmente cómodo (habíamos leído que se iba de dos en dos pero para nada). El paseíto de vuelta, con el sol escondiéndose detrás de la nube, dura unos 20minutos, tiempo de sobra para hacer las fotos pertinentes y disfrutar.
Ya en Haeundae beach, la intención es pegarnos un baño, pero nuestro gozo en un pozo ya que al asomarnos a la playa, vemos que nadie se está bañando por haber bandera roja. Intentamos subir al Starbucks más alto del mundo por ver las vistas pero como entendemos que es dentro de un mirador de pago, abortamos misión. Visto lo visto, solo nos queda pasar por el Olive Young y cogernos unas mascarillas para el spa nocturno.🤣🤣🤣
De camino a casa, pasamos por una panadería y por un París Baguette para hacernos con el desayuno. Cogemos el metro y es el primer momento en el que percibimos algún momento algo de racismo cuando la chica que está sentada al lado, en cuanto se libra el asiento de al lado se cambia. Al final, todos somos la minoría en algún punto del mundo.
Al llegar al alojamiento, hacemos el check-in y llegamos al pequeño lujo: una habitación con cocina y lavadora y secadora, todo domitizado y lo mejor: una ducha de verdad y no un baño húmedo. El paraíso en la tierra ahora mismo.
Tras la visita al super, solo toca la duchazo, mascarilla, cena en pijama y a visitar a Morfeo.
Pasos: 15.927 pasos
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