viernes, 6 de julio de 2018

Día 2 - Doha (Qatar)

El vuelo ha ido bien. Para nuestro gusto, el desayuno demasiado temprano puesto que a penas hemos llegado a dormir unas 3h. Pero no podemos cambiar eso así que bajamos del avión poco antes de las 7. Nos acicalamos en el primer baño que vemos y nos dirigimos al control. ¡Qué raro que nuestra cola vuelva a ser la más lenta!
Pasado el control en el que hasta te hacen foto y una vez en el hall, lo primero que hacemos es sacar algo de dinero. Lo justo para subsistir. Lo siguiente es preguntar cómo ir a la ciudad y ahí empieza la aventura.
El chico nos comenta que teniendo una escala tan larga (tenemos 20h), mejor bajar en autobús que es más barato. Nos dirigimos a las dársenas y ahí es la primera vez que sentimos que la calima nos abraza, tanto que parece que te estruja la garganta. Y no son ni las 8.
Volvemos dentro, nos damos crema y seguimos esperando al 747. Pasados casi 15min en los que el bus sigue sin aparecer, decidimos volver a donde el chico de información. Nos insiste en que si no es el 747 que cojamos el 777 y que esperemos, que aparece. Además nos comenta que hay un responsable en las dársenas. Así que allí nos dirigimos de nuevo, directos a donde el responsable y nos recomienda coger el billete ilimitado por 20 RQ (unos 5€). Así que ahí nos vamos, rumbo a Doha con el resto de qataries. Porque somos los únicos turistas (una tónica que se va a repetir a lo largo del día).
Íbamos a bajarnos en el souq waqif (el zoco) pero como el autobús acaba en la perla, decidimos seguir. De camino nos fijamos en que no hay más que construcciones, que no se ve un alma en ninguna calle y que en muchos edificios se observa la cara de quien creemos que es el máximo dirigente del país. Lo cierto es que la visita a la perla nos sirve de poco más que de coger un poco el pulso a la ciudad. Tras un café en la plaza Andalucía, cogemos el autobús de vuelta en la calle Alhambra (suena de risa pero así ha sido) y volvemos al zoco.
Sobre las 11 nos adentramos en el mismo. A penas hay nadie y mucho menos turistas. Especies por un lado, distintos utensilios por otro, hasta que llegamos a una especie de lugar de reunión en el que por la ventana se observa a un hombre leyendo el periódico junto a distintos tableros de damas. Nos acercamos para sacar una fotografía y el hombre se acerca. Nos ofrece entrar y así es como comenzamos una partida de damas qataries. Aprendemos las normas y nos enseña a jugar. Se le nota entusiasmado.
Y ese entusiasmo sigue cuando al acabar la partida nos enseña un poco el origen de la economía de Qatar, explicación que finalmente se extenderá durante aproximadamente una hora más cuando Khalid se convierte en nuestro guía improvisado y le seguimos por el zoco hasta los museos. Simpático y atento, nos deja un buen recuerdo de los qatarieal mediodía, decidimos huir del calor que empieza a apretar demás y nos vamos en busca del autobús que nos llevará hasta el Centro Comercial Villaggio.
Se nos hace muy largo el trayecto hasta ahí, pero más largos se nos hacen los pocos metros que tenemos que recorrer desde el autobús hasta el centro comercial con semejante calor acechando. Se nota como cuesta respirar y nada más entrar al edificio notas como se respira mejor. Es una pasada.
Comemos algo rápido y damos una vuelta por las tiendas antes caer rendidos en unos sofás. Nos peleamos para mantenernos despiertos y visto que la cosa no mejora, pedimos ayuda a nuestro amigo, el café. Con algo más de fuerza y habiendo bajado el calor del mediodía, volvemos en el bus al centro.
El tráfico es muy abundante. Debe de ser hora punta. Al llegar nos dirigimos a la corniche para ver la puesta de sol y el perfil de la zona financiera. Volvemos a ser los únicos turistas. Una pena no haber tenido una cerveza bien fría.
Tras las fotos de rigor, nos volvemos al zoco. Khalid nos había recomendado volver para ver el ambiente así que le hacemos caso y encima, ¡nos volvemos a encontrar con Khalid! Nos saluda con entusiasmo. Paseamos por el zoco, esta vez con algo más de ambiente puesto que suelen salir q la calle a partir de las 6, cuando el calor es más llevadero.
Decidimos reponer un poco de fuerzas en uno de los bares del zoco. Incluso hacen que clientes habituales se levanten para dejarnos sitio en una de las mesas. Agua, humus y pan recién horneado en un horno de piedra que tenemos en frente. Nos observan de vez en cuando con poco disimulo. Lo cierto es que es un bar barato, agradable y en todo el centro que merece la pena visitar para reponer fuerzas. La comida tenía muy buena pinta.
Habiendo cargado un poco las pilas, nos vamos en busca de la parada del bus que nos llevará de vuelta al aeropuerto. El autobús aparece con retraso pero llegamos con horas de antelación para poder acicalarnos antes de volver a montar en el avión. En los baños de Qatar existe una diferencia especie de manguera para usar en lugar del papel higiénico. Nosotros ya llevábamos esponjas impregnadas en jabón para poder asearnos (las encontráis en Mercadona), pero ya la manguera nos dio mucho más juego. ¡Incluso nos pudimos lavar los pies y la cabeza! Si a eso le sumamos la ropa limpia y la tripa llena, era fácil que el siguiente vuelo fuera bien.



No hay comentarios:

Publicar un comentario