sábado, 7 de julio de 2018

Día 4 - Kuala Lumpur

Descansar 4h no es suficiente para despertarnos frescos pero cuando no hay más, contigo Tomás. O lo que es lo mismo: zapatillas y a las calles de Kuala Lumpur a por café. Vamos caminando hasta las Torres Petronas donde un café con hielos y un trozo de bizcocho nos hace volver al país de los vivos.

Tenemos entradas para las Petronas a las 10 de la mañana así que sobre las 9.30 nos acercamos al mostrador. Tenemos que dejar las mochilas en consigna durante la visita así que cogemos lo imprescindible y con nuestro pase de visitante rojo, nos dirigimos al ascensor que nos llevará a la planta 41; la doble pasarela.

Tras poder observar una primera perspectiva de la zona, nos dirigimos a las plantas altas. Impresiona ver las torres tan de cerca con sus formas. Una hora más tarde, volvemos al piso cero y tras las fotos de rigor, abandonamos la zona hasta la noche.

Caminamos hacia la KL tower. Nos planteamos volver al atardecer a tomar una cerveza hasta que al llegar nos cuenta que el plan serían 20€; plan fallido.😂😂😂

Así que decidimos hacer una parada por otro café con hielo y descansar unos minutos mientras buscamos información sobre las visitas que vamos a hacer por la tarde. Al rato, seguimos caminando hacia la Gran mezquita. Lo cierto es que todo está bastante a mano, no hay grandes distancias así que en unos 15min llegamos. ¿La pena? Es viernes y los turistas no podemos entrar. Así que tocará volver mañana.

Al lado se encuentra la plaza de la independencia, en la que se pueden apreciar fácilmente los toques ingleses de las inmediaciones. Poco a poco, teniendo en cuenta que ya es mediodía y que empieza a notarse el calor, vamos hacia el mercado central. Lo cierto es que me esperaba otra cosa pero no deja de ser un mercado con varios puestos que parece estar orientado a los turistas.

Para comer nos han recomendado una calle que está cerca de la calle petaling así que, como ya empieza a haber hambre, vamos hacia allí. Sin embargo, al llegar no nos gusta como huele (no somos especialmente escrupulosos pero huele a rancio y sucio) así que decidimos volver al mercado ya que en la parte de arriba había varios puestos.

Allí nos vamos directos al puesto en el que más gente hay. Y lo cierto es que acertamos; bueno y barato, aunque uno de los platos (el que parece la especialidad de la casa) nos resulta un tanto insípido o poco sabroso. Sin embargo, lo mejor llega al final cuando como si de vídeos de primera se tratara, vemos como un señor que va a ponerle un poco de salsa a su sopa acaba con el bote entero en su sopa y su sopa desperdigada por su polo y bermudas. Lo gracioso es que su familia al encontrarse con él ni se inmuta y nosotros, allí, meándonos de la risa.

Pasadas las cuatro decidimos acercarnos a los templos de la zona. Finalmente sólo podemos ver el templo budista. Tras la visita, retomamos el camino de vuelta hasta las torres Petronas aprovechando para callejear un poco. Se empieza a notar el cansancio así que antes de llegar, otra patadita para un iced latte.

Nos han comentado que a las 6.30 hay un espectáculo de luz y agua junto a las torres, así que nos vamos hacia allí para buscar un lugar donde sentarnos. Además, comenzamos la sesión fotográfica de las torres: atardecer y hora azul, es lo que hay. Nos sentamos frente al lago. Pasan los minutos y nos damos cuenta que el espectáculo no es a las 6.30. Debe ser a las 7.00. Llegan las 7, y nada. Finalmente, el espectáculo comienza a las 7.30. Sinceramente, si venís a KL, ahorrároslo. Si os coincide por la zona, perfecto; os sentáis unos minutos, veis la puesta de sol y hacéis unas fotos. Pero venir ex profeso, no es necesario.

Un buen rato más tarde y mil fotos después, decidimos marcharnos ya a nuestra zona. Volvemos a cenar a la misma calle de puestos callejeros (Jalan Alor). Esta vez, nos sentamos en otro puesto: cerveza Tiger, arroz frito, pollo con miel y sésamo y cerdo agridulce. Eso y unas habas y guisantes fritos y a observar el trasiego de personas que inundan la calle. Algunos son los habituales ya.

Cenamos de lujo. La familia de al lado nos inundan con el horripilante olor del durian, otros turistas captados a base de esfuerzo, una pareja que no se dirige la palabra. Cuando estás fuera, está guay observar a la gente. Es curioso ver cómo según la nacionalidad o la cultural, varía el comportamiento.

Con la tripa llena, nos vamos en busca de un cajero y vuelta a casa. Nada mejor que una ducha, aire acondicionado y wifi para acabar el día.







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