lunes, 23 de julio de 2018

Día 20 - Singapur/Penang

6.37. Suena la alarma. Me cuesta situarme. Una ducha rápida y a desayunar. No hay tiempo que perder.

Según salimos, la humedad del ambiente nos saluda. Son las ocho y ya estamos sudando. Vamos hacia Marina Bay Sands bordeando el lago. Se ve mucha gente practicando deporte. Incluso vemos una carrera. Bastante aplatanados, entramos al Gardens by the Bay. Un gran jardín en plena ciudad.

Volvemos poco a poco hacia el hotel para hacer el check-in y dejar las maletas en recepción pero antes, una parada para un iced latte que con esta humedad no hay nada mejor. Ponemos rumbo a Chinatown. Vamos callejeando, buscando los distintos templos y lugares de interés. La zona tiene mucha vida.

Y así, llegamos a una de las paradas obligatorias: el restaurante con estrella Michelin más barato del mundo. Por algo menos de 8€, probamos un par de platos. El plato estrella, el pollo, está de lo más tierno y jugoso. Contentos con la experiencia, ponemos rumbo a otro lugar friki. Tras una pequeña caminata llegamos al Central Perk. Si es que la mañana iba de frikismos. Un Chandler Bing Latte y un Rosspuccino con los episodios de fondo. Nada más que añadir.

Nos quedan menos de dos horas antes de tirar para el aeropuerto sus que arrastramos nuestros pies hasta little India. Nos decepcionar un poco puesto que no tiene tanto carácter como Chinatown aunque es curioso ver la devoción de la gente en los templos de la zona. Decidimos volver en metro para ahorrarnos el pateo.

Llegamos al hotel, un poco de agua, mochilas al hombro y de vuelta al metro hasta el aeropuerto. Se empieza a notar el cansancio. En poco más de media hora llegamos al aeropuerto y lo primero: buscar el mostrador de facturacion para deshacernos de las mochilas grandes.

Pasamos inmigración y ya en la zona de embarque, buscamos un sitio para comer. El mejor pollo al curry de estos días. Increíble. Y a buen precio. Rápidamente gastamos en tonterías el dinero que nos queda (pensábamos que Singapur era mucho más caro pero en absoluto), dos iced latte y a correr a la.puerta de embarque para descubrir que el control se hace justo antes de entrar en el avión por lo que no podemos meter las bebidas. Engullimos los iced latte y con nuestro alijo de patatas y chocolatinas, pasamos el control. Sinceramente, no tiene sentido pasar el control antes de entrar al avión en lugar de en el momento de pasar a la zona de embarque.

Nos toca esperar un rato. Salimos con algo de retraso, y ojalá sólo hubiera sido eso. El intento de aterrizaje nos deja de piedra: a poco más de un minuto antes de tocar tierra, el piloto acelera y asciende muy rápido; al parecer había otro avión mal colocado, es decir, en todo el puto medio. El susto en el cuerpo nos dura los próximos 20min que es lo que tarda en maniobrar y volver a descender.

Ya en el aeropuerto, pasamos todos los controles, recogemos las mochilas (que son las últimas) y nos vamos en el bus 401 al centro. Si ya hemos aterrizado 1h más tarde, el largo trayecto en bus (algo más de una hora), se nos hace eterno.

Llegamos al hotel y poco más que una ducha y a dormir. Ni salimos a cenar si quiera. El cansancio acecha.










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